Y, si esa sensación es así en el día a día, ya no vamos a decir nada cuando del tema de los hombres se trata; que si las posibilidades de encontrar pareja son inversamente proporcionales a los años que vamos cumpliendo, que cuantos más años cumplimos menos se fijan en nosotras, que ya no nos ven con los ojos del deseo.
Pues yo no se si me habré vuelto invisible, que es muy probable ya que por edad debo ser transparente del todo, pero la verdad es que nunca he sido más consciente de mi existencia, más protagonista de mi historia ni he disfrutado tanto de cada momento de mi vida.
He descubierto que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas que no debo, de no cumplir con las expectativas de los demás y, a pesar de ello sentirme muy, pero que muy bien conmigo misma.
Cuando me miro en el espejo ya no veo mi piel tan tersa, mi cuerpo se ha redondeado y el óvalo de mi cara se va descolgando pero, a la vez, veo a una mujer hermosa que ya ha andado mucho camino, que ha ganado en seguridad a medida que aumentaban sus defectos y que sabe que cada imperfección esconde tras de sí una historia de felicidad, o de tristeza, o de ambición, o de sueños cumplidos (o no) o de contradicción...
¿Invisible yo? sólo para aquellos que no saben apreciar las verdaderas cualidades de mi personalidad que son muchas, casi tantas como defectos tengo...